lunes, 17 de enero de 2011

A través de aquella ventanita.

Buscando esta pequeña historia, la cual he recuperado de lo más profundo del baúl, pues yo tendría unos siete u ocho años.
Os cuento que somos cuatro hermanos dos niños y dos niñas.
Cuando éramos pequeños, mis padres tenían  una tienda de alimentación y ésta se encontraba en la misma casa dónde vivíamos, es más,  la trastienda colindaba con una  habitación de la vivienda donde se comunicaban por una ventana.
Aunque la casa era muy grande nosotros cuatro dormíamos en una habitación junto a mi entrañable y queridísima abuela, en dos camas enormes.
Como en todas casas donde hay varios niños se sabe que lo que no idea uno lo idea otro.
Pues bien, encontramos la forma de acceder a la tienda sin ser vistos por nuestros mayores y esa entrada era por la ventana que daba a la trastienda.
Aunque en verdad nunca nos prohibieron entrar a la tienda pero era más divertido y emocinante hacerlo a escondidas  y saltando por la ventana.
Y para qué entrar en la tienda a escondidas?
Para hartarnos de coger chucherías y demás caprichos.
Hasta teníamos un perro, charly, que cuando se colaba a la tienda robaba chupachups, los pelaba y se lo comía como nosotros, chupándolo con el palo fuera de la boca ¡qué gracioso se veía!
Bueno a lo que iba. Por las noches cuando todos creían que estábamos acostados y dormidos, nos levantamos y, caminando agachados (otras veces a rastras) con las risas nerviosas y montándonos nuestras películas de espías, entrábamos a la habitación de la ventanita y ... a saltar a coger chuches! Después de cogerlas, vuelta atrás para volver a meternos en las camas y a oscuras comerlas.
A veces cuando ya me había comido lo mío le pedía a mi hermana y ella me decía que no tenía más a lo que yo le decía:
- pues huele a pipas..
Y ella:
- uy toma! me he encontrado una.
Y me daba una sola pipa. Al rato la volvía a escuchar comer pipas, yo se lo decía, pero ella me decía que ya no tenía más. De vez en cuando a mí  me venia ese olor tan rico que hacía que aún se me apeteciera más y  mi hermana seguía engañándome con que no le quedaban. Con los años me confesó que sí, me engañaba.
En fin, esas escapaditas nocturnas duraron un largo tiempo.
Ahora os cuento que a mi hermana de buenas a primera le empieza a doler un oído.
Os preguntaréis qué tiene que ver el oído con las aventuras de las chuches, yo os digo que tiene que ver y mucho.
 Le decían que tenía un tapón y.. venga a echarle agua oxigenada pa reblandecerlo! además de otros remedios pero nada, siempre con la molestia.
Yo creo que su caracol del oído tiene que ser rubio de tanta agua oxigenada que se ha echao.
Pues la pobre se llevó así años. Pero un día que estábamos en el recreo del colegio la miro y le veo una cosa negra saliéndole del oído. Se lo digo y ella asustá: ¡ay quítamelo!
Lo cojo con miedo y le saco un trozo de regaliz del duro todo lleno de cerumen.
Nos quedamos pasmás pero a ella le entró un alivio en el oído.
Cuando llegamos a casa le dijimos a nuestros padres lo ocurrido y mi hermano pequeño (dos años menor que yo) estaba delante y dice:
-anda ese "arazú" se lo metí yo a la hermana en la oreja cuando estaba dormía.
Y en ese momento mis padres no sabían si reir o enfadarse ya que mi hermanito era un poco embusterillo.
Mi hermano siempre juró que él había sido el causante del trozo de regaliz en el oído de mi pobre hermana.
Pero aún nos queda la duda  de si  fue ella la causante por dormir comiendo chucherías y el regaliz se le metiese solo. Aunque lo vemos muy difícil pero no imposible.


Moraleja: no te lleves chuches a la cama, sobre to "arazú" y más si tienes un herman@  cerca.

1 comentario:

  1. Mi hermano pequeño alegó en su defensa que no sabia donde dejar el "arazu" y pensó pues aquí mismo.

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